5.11.2008


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un escritor alcoholizado se subió a un bote y se perdió en el mar. los otros escritores que permanecieron en la orilla continuaron la fiesta; hasta que en la noche la mayoría se sentía mal. uno se había retirado a las plantas a fantasear. otro quedó inconsciente durante toda la noche; otros buscaron durante mucho tiempo el camino a casa hasta que el alba los sorprendió exangües y bamboleantes. pero nadie se acordó del bote y del escritor desaparecido en el mar, quien, morado, a merced del viento, seguía cantando a garganta partida las más conocidas arias de ópera. después, cuando el viento se volvió furioso y las olas también, cayó al fondo del bote. cantó un poco más de rodillas mientras el bote volaba en medio de las salpicaduras de las olas, hasta que cerró la noche. el escritor no comprendía si el mar lo había arrebatado de su casa junto con la cama o si navegaba en el cuarto de baño. buscó un poco con la mano las canillas, después surgió el sol de nuevo y de nuevo cayó la noche. a la mañana del tercer día vio una isla y allí zozobró.

es una isla -dijo después, cuando fue recogido por un barco en el mar, lejanísimo de cualquier tierra catalogada-. es una isla -le dijo al primer oficial de abordo- sin hoteles ni instalaciones balnearias o patio de comidas. probablemente se había corrido la voz de que él era un escritor y allí la población está a favor de los críticos. dijo que era evidente, porque todos se la dan de profesores. pasean con aire hermético, siempre vestidos de oscuro, incluso en la playa. se comprende que ellos, principalmente, juzgan. y a él, en ese caso concreto, en tanto que escritor viviente, lo juzgaban mal. si hubiera llegado en bote convertido en cadáver o se hubiera muerto ahogado en la playa, a lo mejor en ese caso, a lo mejor, decía, lo habrían tomado en consideración; porque estos críticos, incluso por su aspecto, son como sepultureros, que se interesan en uno cuando es cadáver, entonces te rodean, te toman las medidas. y, por ejemplo, aprecian mucho el suicidio; según ellos, un escritor suicida cumple con su deber, y allí en la isla se lo daban a entender: ¡mátate!, parecía que le decían, que después te citaremos; ¡mátate!, que después te haremos una conmemoración académica.

generalmente actúan sólo como imbéciles, pero pueden llegar a formas graves de delincuencia. por ejemplo, habían escondido el agua, para que el escritor se muriera de sed y su biografía fuera definitiva. pero el escritor resistía, los echaba, trataba de golpear con un remo a alguno, pero eran ágiles, aunque se asustaban y chillaban como pájaros, porque en general los críticos no están habituados a que un escritor los quiera exterminar. se sienten una raza profética.

éstos, además de juzgar, no hacen nada. no los veía bien, porque había perdido los anteojos en el mar, pero nunca uno se le acercó para hablarle, para fraternizar. quizás es una isla -decía el escritor- adonde mandan a los críticos más peligrosos para que cumplan una pena. pero -decía- abandonados a sí mismos van a seguir delinquiendo, van a seguir siendo unos estafadores y unos enemigos del género humano. "¡yo les haría tragar la soberbia! -declaraba con énfasis el escritor-; antes que nada les daría a algunos un azadón, a otros una pala, y los metería en fila de a tres; les haría bajar ese pico largo que tienen y esa cara de falsos a trompadas".

el escritor, cuando decía esto, estab muy deshidratado a causa de la sal, y tenía la expresión de la corteza del alcornoque. después le escribió al ministerio de Gracia y Justicia para que se le confinara a él la reeducación de los críticos de la cárcel, pero no supo especificar la latitud y la longitud de su isla.

(los escritores inútiles)

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